Notas al Programa
Prólogo
Sparge la morte
Responsorios para el Sábado Santo
In I nocturno
Lectio I. De Lamentatino Jeremiae Prophetae (Canto llano)
Sicut ovis 
								ad occisionem
								
								Jerusalem, surge
								
								Plange quasi virgo 
In II nocturno
Lectio II. Quomodo obscuratum est aurum (Canto llano)
Recessit 
								pastor noster 
								
								O vos 
								omnes 
								
								Ecce 
								quomodo moritur justus 
In III nocturno
Lectio III. Incipit oratio Jeremiae Prophetae (Canto llano)
Astiterunt 
								reges
								
								Aestimatus sum 
								
								
								Sepulto Domino 
Notas al Programa
En 2013 se cumplen 400 años de la muerte de uno de los músicos más originales del Renacimiento, el italiano Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa (Venosa, 8 de marzo de 1566, Gesualdo, 8 de septiembre de 1613).
Uno de los últimos representantes de una vieja estirpe de la nobleza del sur de Italia cuyo origen se remontaba hasta la conquista normanda de Sicilia. Uno de los últimos representantes, también, de un estilo musical que alcanzó algunas de sus mayores cimas en el ocaso del Renacimiento. Pues, aunque Gesualdo ha gozado de la atención de muchos en el último siglo por su aparente modernidad, en realidad significó más bien el punto final de un camino, la polifonía clásica del siglo XVI, a cuyo lenguaje siempre se mantuvo fiel. Es cierto, en la enigmática obra de Gesualdo no vamos a encontrar ninguna de las innovaciones presentes ya en las composiciones de algunos de sus contemporáneos, con Monteverdi a la cabeza, que saliéndose de los límites de la antigua práctica darán paso al Barroco (bajo continuo, policoralidad, estilo concertante…). Sí encontraremos una belleza y una expresividad absolutamente originales. También encontraremos los cromatismos y las disonancias, que tanto han llamado la atención de los oídos modernos, cuyo empleo generalizará en sus últimos años. Sin embargo, el uso del cromatismo no está en contradicción con el clásico sistema modal renacentista.
El pensamiento musical de Gesualdo, como el de todos los compositores del Renacimiento, es fundamentalmente de naturaleza melódica, pues no existía una concepción armónica de la música como existirá a partir del Barroco. Su empleo del cromatismo responde entonces, a la búsqueda de soluciones audaces dentro de los límites del pensamiento polifónico tradicional, las alteraciones tienen un carácter accidental que no modifica la naturaleza modal, “antigua”, de la música. La grandeza de Gesualdo reside en que no se quedó atrapado en el viejo estilo, recreando patéticamente, como hicieron otros, los logros de los grandes genios que le precedieron. Él desarrolló hasta el límite todos los elementos del estilo antiguo llevándolo, gracias a su extraordinaria imaginación, tan lejos como le fue posible: cromatismos, disonancias, intervalos inusuales, abruptos contrastes rítmicos… El resultado final es una música espectacular, rebosante de expresión, reflejo sin duda de la complicada (por decirlo suavemente) personalidad del compositor. Y es que la personalidad de Carlo Gesualdo y su azarosa vida, en la que fue atormentado por los celos y la traición, la culpa, la neurosis o el miedo, hicieron de él un personaje de novela.
Por eso, nada mejor que los responsorios de Semana Santa si queremos evocar de alguna manera la ambigua personalidad de Gesualdo y de su obra. Los llamados “responsorios de tinieblas” contienen en sus textos la emoción necesaria para que la música de Gesualdo sea perturbadoramente pertinente. La pasión y muerte de Cristo no podría encontrar un reflejo mejor en este compositor lleno de remordimientos y obsesionado por su propio final. Para estas obras mandó, en 1611, instalar en su propio castillo en Gesualdo las máquinas del impresor napolitano Carlino, en un afán indudable por controlar la precisión de las copias impresas. Desgraciadamente, sólo se conserva una de esas copias, en L'Oratorio dei Filippini de Nápoles. En el programa, precediendo a cada uno de los tres nocturnos en que se dividen los nueve responsorios del Sábado Santo, la Capilla Renacentista incluye las tres Lamentaciones de ese día, en canto llano. Asimismo se presenta, a modo de prólogo, el madrigal Sparge la morte, del propio Gesualdo, en el que el compositor nos ofrece un bello ejemplo de su admirable sensibilidad. El texto italiano de la poesía nos habla de una muerte compasiva que decide acabar con el sufrimiento del atormentado. Tal vez, el desenlace anhelado por Carlo Gesualdo.
Parte I - Música Sacra
Laudate Pueri
Hodie Christus natus est
Angelus ad pastores ait
Lauda Jerusalem
Exultent caeli
Parte II - Intermedio Instrumental
Giovanni Geronimo Kapsperger: Canzona
Gaspar Sanz: Folia
Parte III - Música Profana
Chiome d'oro
Si ch'io vorrei morire
O come sei gentile
La Sestina - Lagrime d’amante al sepulcro dell’amata
Notas al programa
					Claudio Monteverdi (Cremona 1567 – Venecia 1643) músico y 
					compositor que vivió a caballo entre dos siglos y dos 
					épocas, marcó la transición musical de la estética 
					renacentista de finales del siglo XVI a la expresividad e 
					innovación barroca de la primera mitad del siglo XVII.
					Hablamos de un referente en la historia de la música, que 
					potenció el nacimiento del drama
					
					lírico y la ópera, llevó el madrigal a su punto máximo de 
					expresión e innovó en la composición
					
					de música religiosa. Monteverdi siempre destacó por 
					cultivar una doble faceta en toda su obra, pues trabajó para 
					la Iglesia y la Corte, a través de la composición de música 
					sacra y profana. Fue músico de la corte de Mantua entre 1601 
					hasta 1612, año en el que muere su protector Vicenzo 
					Gonzaga, y maestro de capilla en la catedral de San Marcos, 
					sita en la República de Venecia, desde el año 1613 hasta el 
					fin de sus días.
					En nuestro programa queremos 
					reflejar esa doble cara monteverdiana, a través de una 
					selección de obras de corte religioso y profano, que 
					conforman las dos partes de este concierto, que muestran 
					tanto al joven compositor que escribía sus primeros motetes 
					a tres voces (Sacrae cantiunculae liber primus, 1582) como 
					al compositor maduro y experimentado de sus últimos libros 
					de madrigales (Sesto libro de madrigalia cinque voci de 1614 
					y Settimo libro di madrigali de 1619).
					En la primera parte, 
					protagonizada por música sacra, podemos escuchar motetes a 
					tres y cinco voces, que reflejan el “puente” entre dos 
					prácticas musicales, denominadas “prima y seconda prattica”, 
					representando la primera los principios de textura y 
					contrapunto algo rígidos del Renacimiento, frente a la 
					segunda práctica de principios del siglo XVII que permite 
					mayores libertades armónicas y contrapuntísticas.
					El nuevo estilo de la segunda 
					práctica, que afecta a toda la creación musical de la época, 
					altera 
					 incluso 
					la estructura tradicional de una pieza religiosa, 
					permitiendo la alternancia del coro con un solista, un dúo o 
					un terceto vocal, en muchos casos con acompañamiento 
					instrumental denominado “bajo continuo”, con instrumentos 
					como el órgano, el laúd o la tiorba (Exultent caeli y Lauda 
					Jerusalem).
					En este viaje musical por el 
					universo de Monteverdi, realizaremos un transbordo a su obra 
					profana a través de un pequeño intermedio instrumental con 
					música de G.H. Kapsberger (1580-1651), compositor alemán 
					activo en Venecia y Roma, y referente máximo de la música 
					instrumental y vocal del barroco temprano en Italia y una 
					folía, danza de origen ibérico, popular en toda la Europa 
					del siglo XVII, en la versión del famoso guitarrista 
					aragonés Gaspar Sanz (1640-1710).
					En la segunda parte de nuestro 
					concierto, nos acercamos a la música profana de Monteverdi a 
					través de una selección de los libros IV, VI y VII de 
					madrigales, publicados en los años 1603, 1614 y 1619 
					respectivamente. En el libro IV encontramos el punto de 
					inflexión de su composición madrigalística respecto a su 
					obra anterior, que el propio compositor explica en el 
					prologo de su siguiente libro (Il quinto libro de madrigali 
					a cinque voci, 1605) donde habla literalmente de “La Segunda 
					Práctica o la Perfección de la Música Moderna...” como el 
					idioma de la nueva música profana, marcando el primer 
					período de manifestación y consolidación del Barroco musical 
					y sus logros y señas de identidad.
					Ya en el madrigal renacentista la 
					música estaba unida a los estados anímicos surgidos del 
					texto, que deriva a principios del siglo XVII en la teoría 
					de los “affetti” o de los afectos humanos, ligado a lo 
					terrenal y emocional. De hecho, en el libro IV (1603), 
					representado aquí por el madrigal a cinco voces “Si ch’io 
					vorrei morire”, cuyas palabras más presentes en los textos 
					son: amore, dolore, partire, morire, cor... (amor, dolor, 
					partir, morir, corazón...).
					Uno de los madrigales más 
					conocidos de Montenverdi, incluido en el libro VI (1614) 
					exponente máximo del afecto unido a la palabra y la música 
					es La Sestina titulada “Lagrime d’amante al sepulcro 
					dell’amata” (Lagrimas del amante al sepulcro de la amada). 
					La obra es un lamento del pastor Glauco que llora la muerte 
					de su ninfa Corinna, sabiendo que bajo la tristeza y 
					desesperación de Glauco se esconde el duque Vincenzo Gonzaga 
					y de su lamentada ninfa, la joven cantante Caterina 
					Martinelli. Destacar en esta composición el estilo de 
					declamación polifónica homorrítmico, con la presencia en 
					algunos momentos de una a varias voces desfasadas del 
					conjunto vocal, que producen el efecto del desgarro o el 
					dolor “Ahi lasso...”, Ahi
					
					tomba”.
					En el libro VII, titulado 
					Concerto. Settimo libro di madrigali de 1619, Monteverdi 
					abandona la forma clásica del madrigal a cinco voces, 
					destacando las piezas a una y dos voces con acompañamiento 
					instrumental en estilo concertado, a modo de aria o 
					canzonetta, aquí representadas por “Chiome d’oro” y “Come 
					sei gentile”. Esperamos que disfruten de este concierto, y 
					como dijo nuestro protagonista al final del mencionado 
					prologo del libro V de madrigales:Vivid felices.
Cancionero de Turín (s. XVII): Río de Sevilla (seguidillas a 3)
Mateo Romero (1575-1647): Soberana María (motete a 3)
Manuscrito “Romances y letras de a tres vozes” (1622): Caballero de aventuras (romance a 3, con coplas) *
Claudio Monteverdi (1567-1643): Si ch'io vorrei morire (madrigal a 5)
Tomás Luis de Victoria (1548-1611): Ave María (motete a 8)
Robert de Viseé (1655-1733): Chacona (instrumental)
Gaspar Sanz (1640-1710): Folia (instrumental)
Manuel Machado (ca.1590-1646): Dos estrellas le siguen, (romance a 4 voces) *
Claudio Monteverdi (1567-1643): Exultent caeli (motete a 5) *
Gregorio Allegri (1582-1652): Miserere Mei (salmo)
* Piezas con acompañamiento instrumental (Tiorba, laúd, guitarra de cinco órdenes)
Notas al programa
“Rio 
					de Sevilla”, canción dedicada a la ciudad 
					que acogió durante muchos años al artista, representa la 
					forma métrica más novedosa de la primera mitad del siglo 
					XVII que es la “seguidilla”. Esta canción anónima del siglo 
					XVI, fue muy popular en la época del pintor, hasta el punto 
					en que insignes dramaturgos como Lope de Vega, del que 
					incluimos sus letras, se sirvió de ella incluyéndola en 
					algunas de sus obras teatrales.
					
					“Soberana María”, 
					atribuida a Mateo Romero (1575-1647), compositor español de 
					origen belga activo en la corte madrileña durante la primera 
					mitad del siglo XVII que llegó a ocupar el cargo de Maestro 
					de la Capilla Real entre 1621 y 1634, muestra una 
					continuidad compositiva con los maestros de finales del s. 
					XVI, destacando nuevos aspectos en la música vocal profana 
					como la textura a tres voces o un uso del contrapunto más 
					moderado.
					
					En el madrigal “Sparge la 
					morte”, el compositor Carlo Gesualdo se 
					reconoce en el dolor de Cristo con su particular y atrevida 
					manera de componer. El insólito personaje que se compadece 
					aquí, la mismísima Muerte, se refleja en un discurso musical 
					innovador y adelantado a su tiempo, a través de la 
					disonancia y el cromatismo, recurso habitual en muchas 
					composiciones del barroco europeo.
					
					“Caballero de aventuras”, 
					composición anónima de la primera mitad del siglo XVII 
					dedicada al recién canonizado San Ignacio de Loyola (1622), 
					representa la polifonía a tres voces que tanto se cultivó en 
					la España de la primera mitad del siglo XVII. Posteriormente 
					se le añade un contrafactum de texto profano, en la que se 
					glosa la personalidad de Alonso Quijano (don Quijote de la 
					Mancha), cuya segunda parte se publica en 1615 y bien pudo 
					motivar dicho cambio.
					
					“Miserere mei” 
					de Gregorio Allegri se aleja de las efectistas composiciones 
					de sus contemporáneos, creando una obra al “stile antico” 
					inspirada en la polifonía de Palestrina y los Gabrieli, con 
					una disposición policoral, práctica habitual de la música 
					religiosa del siglo XVII en España e italia. Su 
					extraordinaria belleza y su milagrosa capacidad de 
					ensimismar y transportar a todo el que la escuchaba, provocó 
					incluso la prohibición de interpretarla fuera de los muros 
					del Vaticano.
					
					“Si ch'io vorrei morire” 
					y “Exultent caeli” 
					representan en un mismo autor, Claudio Monteverdi, la forma 
					de componer y de entender la música vocal, tanto profana 
					como sacra en el panorama musical europeo de la primera 
					mitad del s. XVII, dominado en gran parte por la música 
					italiana. La primera pieza “Si che vorrei...”, representa el 
					culmen del madrigal amoroso de las primeras décadas de siglo 
					y en la pieza sacra “Exultent caeli” escuchamos la nueva 
					manera de estructurar una pieza vocal religiosa, donde se 
					entremezclan las intervenciones del coro a 5 voces con solos 
					y dúos, todo ello con acompañamiento de órgano, que en este 
					caso se sustituye por cuerda pulsada (tiorba y laúd).
					
					“Ave Maria” 
					a 8, de Tomás Luís de Victoria, es uno de los motetes más 
					bellos compuestos por el abulense, con una disposición a 
					doble coro, elemento clave y precursor de la policoralidad 
					practicada en el siglo XVII en España. Su mezcla equilibrada 
					de homofonía y contrapunto, la combinación de ritmo binario 
					y ternario, y el diálogo que se establece en algunos puntos 
					entre los dos coros, la presentan como exponente máximo de 
					la obra del autor.
					
					“Dos estrellas le siguen” 
					villancico a 4 voces sobre el ritmo de Folía, compuesto por 
					Manuel Machado, arpista y compositor de la Capilla Real en 
					tiempos de Felipe IV, formó parte del popular Cancionero de 
					la Sablonara. Con esta pieza se muestra la música cantada 
					sobre una base de música de baile o danza, que tanto aportó 
					al repertorio español de todo el siglo XVII.
					
					El programa se completa con un pequeño intermedio 
					instrumental de dos danzas muy populares en toda la Europa 
					del siglo XVII que son la Folia, en la versión de Gaspar 
					Sanz y la Chacona, de Robert de Visée. Ambas danzas, de 
					origen popular, fueron tomadas como base para que grandes 
					compositores españoles y europeos, realizaran sus propias 
					composiciones, algo más refinadas, mostrando uno de los 
					aspectos más interesantes de la música española y europea 
					del s. XVII, que es esa frontera tan difuminada entre lo 
					popular y lo culto.