L'homme armé
L'homme armé doibt on doubter.
On a fait partout crier
Que chascun se viengne armer
D'un haubregon de fer.
El hombre armado debe ser temido. Se ha mandado decir por doquier que cada hombre debe armarse con una loriga de hierro.
Programa
Introitus:
Sicut Lilium Interspinas .................................................. A. Brumel.
Kyrie:
Misa L'Homme Armé ......................................................... G. Dufay.
Gloria:
Misa L'Homme Armé .................................................. J. Ocheghem.
Graduale:
Vigilate et orate ......................................................... C. de Morales.
Credo:
Misa L'Homme Armé ......................................... G. P. de Palestrina.
Offertorium:
Gabriel Archangelus ......................................................... A. Brumel.
Sacerdos Pontifex ...................................................... C. de Morales.
Sanctus:
Misa L'Homme Armé Sexti Toni ....................................... J. Desprez.
Mater Patris et Filia ........................................................... A. Brumel.
Agnus Dei:
Misa L'Home Armé Super Voces Musicales .....................J. Desprez.
Communio:
O Salutaris Hostia............................................................ P. De la Rue.
Duración aproximada: 1 hora sin descanso.
Cuando nos acercamos al periodo conocido como Edad Media, cuya mentalidad se extiende en buena parte de Europa hasta los albores del siglo XVI, podemos observar cómo, la sociedad en todos sus niveles, se encontraba completamente imbuida de religión. En palabras de Jacob Burckhardt, tomadas de sus «Reflexiones sobre la Historia Universal», una religión poderosa se despliega en todas las cosas de la vida y tiñe con sus colores todos los elementos del espíritu y todos los elementos de la cultura. Todo se considera como institución divina, todo tiene su esencia en un ideal religioso-moral. La vida está saturada de representaciones religiosas y cada objeto, cada acción, se vincula de manera inevitable con Cristo y con la fe. Esto sigue siendo así en pleno siglo XV, cuando la imbricación es tal, que la propia vida amenaza con ahogar la esencia de la religión, que no puede aislarse de la influencia de la cultura que la rodea y de su época, y que tendrá que renovarse pocos años después para no diluirse en lo superficial.
Igual que la religión está omnipresente en la sociedad medieval, lo está el ideal de la caballería en el entorno cortesano, donde la nobleza pone las creencias religiosas al servicio de sus deberes caballerescos. Así, por ejemplo, tenemos que la lucha del arcángel San Miguel es considerada el primer hecho de armas, y la caballería, sucesora terrenal del ejército de los ángeles. Este ideal, que era un ideal de vida elevada, se manifestó inicialmente en las órdenes militares de la época de las Cruzadas y floreció con el feudalismo, aunque hacía tiempo que se había ido retirando a la esfera de la fantasía, precisamente, desde el fin del verdadero feudalismo en el siglo XIII.
A pesar de esto, convertido en apariencia y vanidad, casi como un anacronismo y en plena decadencia, el espíritu caballeresco seguía presente en el siglo XV conservando su particular cariz religioso. Ideales como la aspiración a la paz universal, basada en la alianza de los reyes cristianos, la conquista de Jerusalén y la expulsión de los turcos de Europa persistían al final de la Edad Media. Diversos acontecimientos políticos contribuyeron a mantener vivo este espíritu. El más sobresaliente, la caída de Constantinopla en manos de los turcos en 1453, que supuso una auténtica conmoción para la Cristiandad y el resurgir de aparatosas proclamas y renovados llamamientos a la cruzada, como los protagonizados por el papa Pío II.
Es en este contexto histórico, mediado el siglo XV, en el que debemos situar la aparición de la melodía de «l’homme armé». Esta melodía y las casi cincuenta obras, misas en su mayoría, compuestas a partir de ella, dieron lugar a una tradición sin precedentes que, si bien se desarrolló fundamentalmente en los siglos XV y XVI, se dilató hasta el barroco temprano y ha llegado hasta nuestros días.
El origen de «l’homme armé» ha suscitado entre los investigadores diversas hipótesis. Para algunos, habría sido el tenor de una canción polifónica, para otros, se trataba de una canción popular, y un tercer grupo, quizás el más numeroso, aboga por que fuera una canción monódica escrita por un compositor cercano a la corte. En 1523, el teórico Pietro Aaron apuntaba que Antoine Busnois «encontró» la canción y la usó para su célebre misa, de ahí que se le considerara durante mucho tiempo autor de la misma. Sin embargo, esta autoría es muy discutida y no se dispone de datos precisos al respecto. Parece ser que la primera obra polifónica que incluye esta melodía es la canción il sera pour vous, en la que se alude a cierto personaje, Simon le Breton, capellán en la corte de Felipe el Bueno (1396-1467), duque de Borgoña. Este personaje fue un conocido del gran compositor Dufay, así que algunas teorías proponen que éste podría ser el compositor de esta primera obra polifónica, por otra parte, una pieza jocosa en la que se insta a Simon a luchar en la cruzada armado con un tallo de apio.
El uso de melodías profanas como cantus firmus estaba plenamente extendido en la segunda mitad del siglo XV. La utilización de una melodía preexistente, de carácter religioso al principio, que sirviera de base a una misa polifónica y que confiriera unidad a todos sus movimientos, se había iniciado ya en Inglaterra en torno a las primeras décadas del siglo XV y fue algo común también en el siglo XVI. No es de extrañar, pues, que una canción como «l’homme arme», dividida en secciones formales precisas, con una estructura tonal clara y con un perfil melódico ideal, se mostrara idónea para servir de soporte al entramado de una misa polifónica completa.
La mayoría de los estudiosos centran el nacimiento de la tradición de «l’homme armé» en la corte de Borgoña, que había incorporado a sus dominios buena parte de los antiguos países bajos y el norte de Francia, es decir, la cuna de los más ilustres compositores de la época. Precisando más, se piensa que surgió ligada a la Orden del Toisón de Oro, una confraternidad religiosa y orden de cruzados cuya misión era liberar tierra santa y, desde 1453, recuperar Constantinopla. Esta orden fue instituida por Felipe el Bueno, cuyo patronazgo musical, y artístico en general, fue de extraordinaria relevancia. Así, es muy probable que las primeras misas sobre «l’homme armé» pudieran estar destinadas a las grandes celebraciones de la orden, como, por ejemplo, el gran capítulo que tuvo lugar en 1461. Algunas investigaciones postulan que estas misas fueron las de Dufay (ca.1400-1474) y Ockhegem (ca.1420-1497), cuyo Kyrie y Gloria incluimos en el programa. Ambos compositores sabían que el otro estaba escribiendo una misa sobre el mismo cantus firmus, y las influencias mutuas son reconocibles, a pesar de que para cada uno de ellos la misa tuviera un significado diferente. Para Dufay, «l’homme armé» es Cristo y su misa un programa cristológico en el que la escucha del motivo se relaciona directamente con la presaentia Christi, de modo que su mayor o menor audibilidad nos revela o no esa presencia a lo largo de los distintos «episodios» de la misa. Ockeghem por el contrario, trata el cantus firmus desde un punto de vista puramente musical.
A estas misas siguieron en el mismo ámbito territorial las de Regis (datada con toda certeza en 1462), Caron y Busnois. Esta última, probablemente escrita para el gran capítulo de la orden del toisón de 1468 (con Carlos el Temerario, hijo de Felipe, como gran maestre de la orden), fue una de las más populares, y con seguridad, la causa de que se creyera a Busnois el autor de la melodía original.
A partir de aquí la tradición se agranda de forma significativa. Si en su origen fue una melodía arquetipo de un cantus firmus, y un texto acorde con el espíritu religioso y guerrero de la orden borgoñona, los que propiciaron el nacimiento de esta tradición, a partir del último cuarto del siglo XV se añade un nuevo elemento que contribuye cada vez con más fuerza a su desarrollo, la imitación. La imitación de los grandes maestros, como un ejercicio de emulación que puede situar al imitador, si es lo bastante hábil, a la altura de los más ilustres, se convierte en una técnica de composición habitual en la época (aunque ya venía siendo aplicado en la música desde el siglo anterior). Esta imitatio que puede tomar, a menudo, la forma de una competición en la que los músicos “rivalizan” mostrando sus habilidades compositivas es, además en gran medida, un modo frecuente de rendir homenaje a los admirados maestros que los precedieron.
Así ocurrió con Josquin Desprez (ca.1440-1521), que se sumó a la tradición de «l’homme armé» con dos misas, sexti toni y super voces musicales, para, según escribió Heinrich Glarean en su Dodecachordon (1547), mostrar su destreza en el arte de la composición. En nuestro repertorio, Sanctus y Agnus Dei proceden respectivamente de estas misas, y manifiestan a las claras esa destreza. La de un músico que, por un lado, es heredero de la abstracta polifonía de sus antecesores y, a la vez, anticipa la llegada de una música más humana, intensa y emotiva.
Muchos años después, Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594) fue uno de los últimos grandes músicos llamados a componer misas sobre la popular melodía. Cuando el músico italiano lleva a cabo su aproximación a «l’homme armé» ha pasado mucho tiempo desde que la tradición alcanzó su punto álgido. Sin embargo, las misas sobre «l’homme armé» habían ocupado desde los primeros años un lugar preferente en la colección de la capilla papal. Los distintos papas habían advertido la utilidad político-religiosa que estas misas podían proporcionar y la mayor parte de los músicos pertenecientes a su capilla no desaprovecharon la oportunidad de agregarse a un acervo tan prestigioso. Este es el motivo por el que Palestrina, maestro en la capilla papal, tuvo a su disposición numerosas referencias de primera mano para elaborar su propia aportación. En especial, las dos misas de Morales, que a su vez tomó como modelo a Josquin Desprez. Estas referencias hacen que el Credo de la misa a 5, que ofrecemos en el programa, tenga cierto aire arcaizante y responda más a una versión “historicista” del músico italiano. Años después del Concilio de Trento (la misa fue publicada en 1570), Palestrina, que no había tenido dificultad en adaptarse a sus postulados acerca de la inteligibilidad del texto, retorna con esta obra a los usos anteriores al concilio integrando el intrincado estilo imitativo franco-flamenco en el carácter armonioso y sublime de su música.
Un gran número de sobresalientes compositores empleó «l’homme armé» en sus misas. El concierto se completa con otras piezas de algunos de ellos, como Antoine Brumel (ca.1460-ca.1510), Pierre de la Rue (ca.1460-1518), Francisco de Peñalosa (ca.1470-1528), Cristóbal de Morales (1500-1553) y Francisco Guerrero (1528-1599).
Autor: Eduardo Pulla Ortega.